1 de marzo de 2011

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Solemos ser ingratos con las ciudades en las que vivimos. Ingratos porque no las apreciamos de forma objetiva; en realidad puede que las suframos. El día a día con sus prisas hace que no las miremos, que pasemos por ellas sin fijarnos en casi nada de lo que nos ofrecen. De vez en cuando deberíamos hacer un ejercicio de abstracción e intentar ser turistas en nuestra ciudad, caminar por ellas intentando descubrir rincones nuevos, detalles en los que nunca habíamos reparado, pensar en ellos, indagar, continuar hasta tener la impresión, aunque sea durante un breve instante, de encontrarnos en una ciudad extraña, hasta no entender lo que pasa a nuestro alrededor; ese sería el momento en el que podríamos mirar a nuestra ciudad con la benevolencia y la objetividad con la que la observa un foráneo.

Mérida es una ciudad muy publicitada; de hecho para el tamaño que tiene es bastante conocida, sin embargo tan solo se ha vendido una parte de ella, una parte muy importante si, la Mérida monumental, pero esta es tan sólo una parte de lo que nos ofrece.

Georges Perec se propuso en una ocasión describir cada mes dos de los doce lugares de París en los que había vivido o a los que le unían recuerdos muy especiales. Estas descripciones las planteó como un proyecto a doce años, pues se fijó plasmar las impresiones que cada lugar le ofrecía en los diferentes meses del año. Cada descripción la hacía bajo dos puntos de vista diferentes, el primero in situ, según la impresión que el lugar le causaba en el momento de la visita y la segunda desde un sitio diferente, tratando de reflejar los recuerdos e impresiones que este causó en el.

No pretendo emular la tarea de Perec, pero si trataré de pasar por mi ciudad como un turista, mirándola con benevolencia, intentando descubrirla de nuevo y pidiéndole que me sorprenda; el resultado de este ejercicio será parte de lo que refleje en este blog. Creo que Mérida se merece que la observemos desde otros ángulos para intentar descubrirla - de nuevo -.

Por último me gustaría decir que las ciudades crecen muy lentamente, y se regeneran de forma aún más lenta si cabe, debemos ser pacientes y mirar el presente al tiempo que miramos el pasado, analizando dónde estábamos hace unos años y dónde nos encontramos en el momento actual, saber que si las ciudades las planifican las administraciones, realmente quienes las dotan de vida son las personas que en ellas vivimos. Deberíamos hacer un ejercicio de comparación entre la evolución de la ciudad en el tiempo – urbanística y arquitectónicamente - y la evolución de nuestra actitud ante ella, quizás sacásemos consecuencias curiosas.