1 de octubre de 2010

Berlín_02 - Jüdisches Museum

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Este edificio es uno de los que más me ha impresionado en mi vida. Obra del arquitecto Daniel Libeskind, - polaco emigrado a Estados Unidos - el edificio transmite sensaciones constantes; logrando que seas consciente del sentimiento de la desolación, que sientas inseguridad al andar por su interior (con sus pavimentos y muros inclinados) y que intuyas la desesperanza atroz que esta gente debió sufrir durante el Holocausto.

Finalizado en 1.999 el edificio no llegó a abrir sus puertas hasta mucho tiempo después, sus gestores no se ponían de acuerdo en que se debía mostrar en el interior del recinto, así que tras la presión popular y sin tener claro que debía contener el museo, este abre sus puertas sin contenido alguno, mostrando únicamente su arquitectura – la apertura resulta todo un éxito -.

No localicé fácilmente el edificio ya que el acceso se realiza a través de un palacio prusiano anexo y la altura del edificio nuevo es la misma que la de este. La ubicación del edificio respecto a la calle queda parcialmente oculta por el edificio del S. XVIII y por una hilada de grandes árboles que sirven de límite del jardín del museo; es como si deliberadamente el arquitecto hubiese querido ocultar el museo a la ciudad anticipándonos la propuesta de Libeskind para el edificio – “El vacío y la Ausencia” -.
 
“Yo no estaba interesado en el sitio … que es sólo otro lote en Berlín, porque la historia judía se encuentra ligeramente más abajo del nivel de la superficie”.
Daniel Libeskind 

Jardín del Exilio

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Dentro del museo y a través de su planta sótano podemos acceder al Jardín del Exilio, un espacio cuadrangular en el que Libeskind coloca una matriz de 49 prismas de hormigón sobre un pavimento inclinado. La altura de los bloques es variable, se encuentran rellenos de tierra de Berlín salvo el central, relleno con tierra de Jerusalén, todos ellos quedan rematados en su parte superior por abundante vegetación. 

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La estancia en el jardín produce una sensación similar a la que experimenté en la Torre del Holocausto, no es tan agobiante ya que en esta ocasión nos encontramos en una zona exterior pudiendo ver la luz del día; sin embargo al estar bajo la cota de suelo exterior, entre prismas de hormigón de altura considerable, al ver la vegetación y la luz del sol sobre tu cabeza, al sentir que te encuentras en un entorno demasiado frío por el hormigón, desubicado por la disposición de las columnas, la sentir la inestabilidad que te transmite la inclinación del plano del suelo y de las columnas, la sensación que recibes es de opresión, de falta de esperanza, comprendes que te encuentras bajo tierra, te sientes pequeño, sin importancia para nadie, por debajo de todos y fundamentalmente te sientes sólo. 

Patio de las Máscaras

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El museo tiene en su planta primera una instalación impresionante. En un patio rectangular, con paredes de hormigón de tres pisos de altura se han colocado una serie discos de acero de diferentes diámetros y espesores simulando caras de personas, cada disco tiene una expresión diferente. El patio está cerrado por sus dos lados mayores, quedando el acceso a la instalación por uno de los lados menores. El cuarto lado tiene una apertura que ocupa todo el ancho del patio, las máscaras penetran en ella y se pierden en la oscuridad.

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Al ver las máscaras oxidadas en el suelo perdiéndose en la distancia y siendo engullidas por el muro del fondo me vino a la cabeza la imagen de los Judíos siendo llevados a una cámara de gas para su exterminio. Ahora se que no utilicé la instalación totalmente. Según he podido leer, al caminar sobre las máscaras – nadie lo hacía cuando yo estuve allí – estas producen un chirrido que se ve incrementado por la reverberación intencionada del patio, el efecto buscado es el de la simulación de los gritos de angustia de todas esas personas y creo que de la misma forma se busca el hacerte sentir participe de cierta culpa, tu eres quien pisa y hace “lamentarse” a las caras, tu estás arriba y ellas están bajo tus pies. De todas formas esta interpretación la hago en la distancia sin haber apreciado la instalación por completo, pero creo que si lo hubiese hecho y teniendo en cuenta todo lo que me transmitió el edificio, esas sensaciones me habrían llegado.


"Lo difícil no es crear, sino crear con contenido para alcanzar un resultado según una idea previamente concebida. Por lo tanto, lo primero es tener algo que contar, la idea, y lo segundo es como contarla para que ésta llegue a ser entendida, la condición crítica".
César Jiménez de Tejada Benavides – EL valor de lo creado

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